Sin previo aviso, perdí mi trabajo; y salí el mismo día que la noticia fue dada. Esa tarde me senté a leer la Biblia y a orar como es mi costumbre, pero fui interrumpida por una llamada telefónica de una amiga a quien le había enviado un mensaje hablándole de mi situación. Durante nuestra conversación, le leí en la Biblia una frase que captó mi atención. «¡Lo último que esperaba que hicieras era leer la Biblia!», exclamó.
Como muchas personas, me imagino, no confío en Dios hasta que tenga que hacerlo.
A medida que las dificultades han venido, he aprendido a acudir a Dios, no a rechazarlo. Esto ha sido posible a través de mi hábito diario de orar y leer la Biblia. Estas acciones han profundizado mi relación y mi dependencia en Dios. Sé que necesito escuchar a Dios como una práctica establecida en mi rutina diaria, de manera que pueda escuchar la voz de Dios en tiempos de necesidad. El confiar es difícil, especialmente cuando nuestras circunstancias son difíciles y nuestras preguntas no han sido contestadas. Daniel aprendió el secreto: el hábito de la oración diaria. Esa práctica nos ofrece ayuda ante nuestros desafíos.
Sa. Hillary Allen (Somerset, Inglaterra)