Santiago 4:7
Tambun vive en la jungla del norte de Malasia. Un sábado, hace unas semanas, salió a cazar ardillas cerca de su casa. Pero no era el único que estaba de cacería.
Tan pronto como se internó en la jungla, se le apareció un tigre. Tambun trató de treparse a un árbol, pero el tigre lo tiró hacía abajo; le pegó en la cara, pero aún así el tigre siguió atacándolo.
Mientras tanto Han, la esposa de 55 de Tambun, escuchó desde su casa los gritos de terror de su esposo. Sin pensarlo, Han salió corriendo hacia donde él estaba, y le dio una paliza al tigre. ¿Con qué? Aunque parezca mentira, con una cuchara de sopa. Y la bestia terminó alejándose.
Debemos admitir que enfrentarse a un tigre armado con una cuchara de sopa requiere de mucha valentía. Pero, aún así, toda esa valentía ni se compara con el coraje demostrado por Jesús al venir a este mundo a salvar a la humanidad.
Pensemos en los enemigos que tenía que enfrentar: el pecado, que había sido parte de la humanidad desde la caída; el diablo, cuyas tentaciones habían desviado a la humanidad, y la muerte que, excepto en los pocos casos en que Dios intervino directamente, vence hasta al más fuerte de los hombres.
Un Hombre contra el pecado, la muerte y el diablo. Suena a una lucha totalmente despareja. Sin embargo, Jesús salió vencedor. Su vida perfecta venció el pecado; su determinación a salvarnos venció al diablo, y su dedicación a seguir la voluntad del Padre triunfó sobre la muerte.
Gracias a todo lo que Jesús hizo, y como dice San Pablo: "Somos más que vencedores por medio de aquél que nos amó" (Romanos 8:37).
Tan pronto como se internó en la jungla, se le apareció un tigre. Tambun trató de treparse a un árbol, pero el tigre lo tiró hacía abajo; le pegó en la cara, pero aún así el tigre siguió atacándolo.
Mientras tanto Han, la esposa de 55 de Tambun, escuchó desde su casa los gritos de terror de su esposo. Sin pensarlo, Han salió corriendo hacia donde él estaba, y le dio una paliza al tigre. ¿Con qué? Aunque parezca mentira, con una cuchara de sopa. Y la bestia terminó alejándose.
Debemos admitir que enfrentarse a un tigre armado con una cuchara de sopa requiere de mucha valentía. Pero, aún así, toda esa valentía ni se compara con el coraje demostrado por Jesús al venir a este mundo a salvar a la humanidad.
Pensemos en los enemigos que tenía que enfrentar: el pecado, que había sido parte de la humanidad desde la caída; el diablo, cuyas tentaciones habían desviado a la humanidad, y la muerte que, excepto en los pocos casos en que Dios intervino directamente, vence hasta al más fuerte de los hombres.
Un Hombre contra el pecado, la muerte y el diablo. Suena a una lucha totalmente despareja. Sin embargo, Jesús salió vencedor. Su vida perfecta venció el pecado; su determinación a salvarnos venció al diablo, y su dedicación a seguir la voluntad del Padre triunfó sobre la muerte.
Gracias a todo lo que Jesús hizo, y como dice San Pablo: "Somos más que vencedores por medio de aquél que nos amó" (Romanos 8:37).